Lluïsa Vidal tuvo la suerte de nacer en el seno de una familia culta con un padre partidario que sus hijos se educaran en lo que hoy diríamos igualdad de género, algo inusitado para aquel momento. Esto le permitió tener una formación artística profesional y le dio la oportunidad de desarrollar sus talentos y adquirir autonomía.
No fueron pocas las críticas que recibió por la fuerza y creatividad de sus obras, por la manera de retratar a la mujer, alejada de la mirada masculina, aglutinando el interior del universo femenino con sencillez y autenticidad. Las mujeres de sus obras aparecían realizando sus tareas cotidianas, pero también en diferentes actividades intelectuales. Fue la única pintora de principios del siglo XX reconocida como tal, en un mundo en el que la mujer acomodada se quedaba en casa. Fue pionera en hacer de la pintura su profesión y vivir de ello. Se encargó de retratar a numerosas familias acomodadas y sus ilustraciones para la revista Feminal, entre otras, y las clases de pintura y dibujo que impartía en su academia, le permitieron llevar una vida desahogada.
Durante el primer tercio del siglo XX, fue partícipe del Instituto de Cultura y Biblioteca Popular para la Mujer, cuyo objetivo era crear un espacio que ayudara a mejorar el nivel cultural de las mujeres en general y, especialmente, el de las mujeres que trabajaban fuera de casa, motivo por el cual abrían los sábados y domingos. También colaboró con la residencia de estudiantes y profesores impulsada por Carme Karr, dando clases y en el Comité Femenino Pacifista de Cataluña, impulsado por Monserdà y Karr.
Pero la vertiente que aquí vamos a desgranar es la de una mujer de principios del siglo XX de carácter “feminista”. El tiempo que pasó en París para formarse en su arte le permitió acercarse al movimiento feminista europeo, algo que caló en ella, provocando una necesidad de ayudar e impulsar el aprendizaje de la mujer. Será a su vuelta a Barcelona cuando inicie su relación con la líder de la corriente feminista burguesa y fundadora de la revista Feminal, Carme Karr. También se vinculó con otras personalidades feministas del momento, como Francesca Bonnemaison o Dolors de Monserdà.
La revista Feminal buscaba impulsar una modernización de la vida de las mujeres, fomentando su promoción cultural al tiempo que reivindicaba que la educación de calidad se convirtiera en un derecho fundamental para la mujer. Fue una publicación inusual para su tiempo, que estaba enmarcada en la vertiente conservadora, pero que recibió parte del ideario sufragista de la época y sembró en el pensamiento la posibilidad de que la mujer pudiera ocupar puestos institucionales en el país. La revista impulsó la modernización de la vida de la mujer en el entorno catalán en un momento en que los cambios sociales defendían la educación femenina como instrumento clave para su emancipación y desarrollo social. De esta manera, “el feminismo catalán se convirtió en un agente educador y dinamizador de la cultura femenina como instrumento de liberación de las mujeres”.
A comienzos del siglo xx, con las primeras expresiones de un feminismo que cuestionaba el sometimiento femenino y la exclusión de las mujeres del mundo de la cultura en una sociedad con marcados códigos de conducta de género, Lluïsa Vidal fue una mujer socialmente activa en constante lucha por hacerse un hueco en un mundo de hombres. Gracias a mujeres como ellas gozamos en la actualidad de derechos que antaño nos eran negados. Fueron personalidades fuertes con valentía para enfrentarse a estereotipos establecidos, y que como en la actualidad, levantaron sus “armas” (artes, letras, etc.) para que sus voces se escucharan.
Recordarlas es una manera de no olvidar lo que fuimos y lo que somos, y de reflexionar sobre a dónde queremos llegar.
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